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sábado, 8 de mayo de 2010

Terrorismo de Estado en nombre de la paz

NO cabe duda de que el Presidente Uribe ingresará en el Libro Guinness de los Récords, cuenta con el respaldo de más narco-diputados que cualquier otro Presidente o Primer Ministro del mundo (incluida Afganistán), es responsable del desplazamiento de más personas (4 millones de refugiados) en el plazo más breve (8 años) que cualquier otro Presidente del mundo. (Ha desbancado a Israel en su medio siglo), es responsable de la matanza de más militantes y dirigentes sindicales que cualquier otro líder mundial



Por:     James Petras
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La primera baja del terrorismo de Estado suele ser la corrupción del lenguaje, la invención de eufemismos mediante los cuales las palabras significan lo contrario y los eslóganes encubren delitos graves: Ya no existe consenso universal para condenar los crímenes contra la humanidad. Se debe a que los asesinatos y matanzas masivas garantizan la "confianza" del inversor, pues se despoja a los indígenas de sus tierras para que se puedan explotar las minas; desaparecen los trabajadores de las empresas petrolíferas para que el petróleo corra; y la prensa económica internacional elogia el éxito del Presidente en la "pacificación del país".

Cuando los dirigentes de Europa y América del Norte abrazan a los narco-presidentes, queda de manifiesto que los delincuentes se han vuelto respetables y las personas respetables, delincuentes.

Pero en otras regiones otras voces han sentado en el banquillo a criminales de guerra del pasado y el presente. En Argentina, los generales responsables de los desaparecidos pasan sus últimos años de vida entre rejas. En España, Dubai y otros lugares se han emitido órdenes de detención contra mandos del ejército israelí. En Malasia, Tony Blair, cómplice de la guerra genocida de Bush en Iraq, debe eludir ser arrestado por los crímenes de guerra cometidos. Colombia, Estados Unidos e Israel, los epicentros del terrorismo de Estado, están solos en la Asamblea General de Naciones; condenados pero, todavía, no sometidos a juicio. Sus días de impunidad se acaban. Las guerras interminables, la corrupción galopante y las estafas económicas a gran escala (la podredumbre interna) están erosionando la fachada de su poderío militar.

Poniendo de manifiesto las mentiras que sustentan las maquinarias de matar, los escritores e intelectuales desempeñan un papel esencial en la aceleración de este proceso. Empecemos:

Las mentiras de nuestra época

La doctrina de seguridad democrática (ni democrática, ni para la seguridad personal):

La corrupción del lenguaje acompaña a todos y cada uno de los grandes delitos políticos. El concepto de "seguridad de la democracia" no es una excepción. En el contexto colombiano actual, asesinar a dirigentes de movimientos sociales para garantizar la reelección de un partido compuesto por asesinos políticos es democrático. "Seguridad" es el eufemismo para aludir a los cementerios clandestinos llenos de sepulturas sin lápida bajo las que hay personas sin nombre. La "libertad de los medios de comunicación" existe cuando proclaman solemnemente otro "triunfo militar importante"... la matanza de campesinos desarmados que estaban labrando sus tierras.

Los economistas son "expertos" cuando anuncian que la economía está creciendo... y sólo las personas sufren. Los políticos son "estadistas" cuando afirman ser "uno con el pueblo"... excepto con los 4 millones de desposeídos por la fuerza y los 300.000 familiares de los muertos y desaparecidos; los muertos y los desposeídos todavía tienen que apreciar a ese Uno que asegura ser tal "con el pueblo".

Cuando el Presidente afirma que la guerra es la paz, que la militarización es seguridad y que las desigualdades son justicia social, sólo quienes no alcanzan a comprender estas Verdades Oficiales deben temer que llamen a su puerta a medianoche.

La definición oficial de terrorista

Se trata de una persona que no consigue comprender que la senda que conduce a la paz pasa por gastar miles de millones de dólares en aviones de guerra, helicópteros de combate, bases militares y en subcontratar a asesores militares y mercenarios.

Los enemigos de las conversaciones de paz

Según el Presidente, esos grupos de defensa de los derechos humanos que se oponen a la matanza de adversarios y proponen diálogo en lugar de monólogos son los enemigos de la paz; sólo los monólogos garantizan que haya una "verdad oficial", y no otra.

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