
Cualquier persona medianamente sensible no puede sino horrorizarse presenciando ciertas manifestaciones religiosas que parecen sacadas de la noche de los tiempos o de una película del género splatter o gore.
Así, entre algunos cristianos, la práctica de la crucifixión -incluyendo la sujección a la cruz con clavos-, o la auto-flagelación hasta dejar las espaldas en carne viva, una llaga sanguinolenta que produce espanto, es práctica común en muchos sitios por estas fechas.
Para intentar hallar una explicación a semejantes barbaridades, no debemos olvidar que el cristianismo otorga un papel casi fundamental al sufrimiento como medio de expiación y purificación. Si a éllo añadimos que entre los ejecutantes de tales disciplinas puede haber un tremendo sentimiento de culpa vinculado a tendencias sado-masoquistas, obtenenos los ingredientes que dan como resultado cóctel tan repugnante.
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