Antonio Alvarez-Solís
Cuando era muchacho asistí en el teatro de mi pueblo a una representación en la que el protagonista, un joven y atrabiliario guerrero, se despedía de su amada diciéndole muy decidido: «Adiós. Parto para la guerra de los cien años». A mí no dejó se sorprenderme que se pudiera hacer por anticipado un cálculo tan exacto, como se demostró posteriormente. Pues bien, la Sra. Cospedal ha dicho en el Congreso del Partido Popular que la postura de su organización ante Euskadi y ETA, cosa que dan permanentemente por materia única, seguirá siendo la bélica que hasta ahora mantenía la derecha española. O sea, Policía, Guardia Civil, jueces y cárcel. Es decir, la Guerra de los Cien Años para la que parte otra vez la secretaria general del PP. Esas son las previsiones, a pesar de que el ministro del Interior se permitió declarar que la cuestión de ETA tenía una vertiente política. Pero el ministro del Interior es catalán y, por tanto, con una cierta componente de prudencia aunque sea de derechas.
Lo notable de este episodio es que a la Sra. Cospedal, española altomesetaria, se ha unido la Sra. Rosa Díez, que ha venido a sustituir al notario don Blas Piñar al frente de una nueva Fuerza Nueva, que es UPyD. La Sra. Díez ha acusado al Sr. Rajoy de cobardía frente a Bildu y Amaiur, partidos a los que la feroz ultraderechista quiere destruir con el hacha de la ley. Es decir, la Sra. Díez ha invitado al Gobierno de Madrid a fumar dentro del antiguo polvorín vasco, aunque ETA lo haya cerrado y tirado la llave al mar ¿Por qué tantos españoles deciden que la única forma de razón es el filo de la espada? Yo lo atribuyo a que un español sin guerra es como un jardín sin flores. Un español en paz, piensa. Y eso no lo admite.
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