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Dejen entrar a los haitianos -- Columna de Amy Goodman, 28 de enero
Por Amy Goodman
Publicado el 28 de enero del 2010
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Jean Montrevil fue esposado, encarcelado y estuvo a punto de ser enviado a Haití. Era 6 de enero, apenas días antes del terremoto que devastaría Haití, la nación más pobre del Hemisferio Occidental. Montrevil llegó a Estados Unidos con un permiso de residencia en 1986, cuando tenía 17 años. Hace veinte años, cuando aún era adolescente, fue procesado por posesión de cocaína y enviado a prisión por 11 años. Tras ser liberado se casó con una ciudadana estadounidense y tiene cuatro hijos que también son ciudadanos estadounidenses, es dueño de una empresa, paga impuestos y es residente legal y permanente. Además es un activista muy respetado de la comunidad haitiana de Nueva York.
Pero debido a su procesamiento previo estaba en un programa de supervisión de inmigración que le exigía presentarse ante un funcionario de inmigración cada dos semanas. El 30 de diciembre, durante su visita de supervisión habitual, fue detenido y se le dijo que sería deportado a Haití. Un hombre detenido que sería enviado a Haití junto a él tenía fiebre. La enfermedad del hombre impidió el vuelo, y luego sucedió el terremoto.
El escalofriante número de muertes a raíz del terremoto del 12 de enero en Haití continúa en aumento. La mayoría de los esfuerzos de rescatar personas de los escombros han finalizado. Más de 150.000 personas fueron enterradas, algunas en tumbas improvisadas cerca de las ruinas de las casas donde murieron, pero muchas en tumbas sin marcar, fosas comunes en Titanyen, el lugar donde se produjeron varias masacres durante dictaduras y golpes de Estado previos. Más de un millón de personas están sin hogar, de una población total de 9 millones de habitantes en Haití. El hedor de los cuerpos en descomposición aún es penetrante en la capital del país, Puerto Príncipe, al igual que en las localidades periféricas, que a dos semanas del terremoto vieron llegar poca ayuda del exterior.
Fue doloroso ver la ayuda amontonada en el aeropuerto. Los haitianos la necesitan ahora. Repasemos la escena en el aerpouerto, donde vi contenedores con miles de botellas de agua Aquafina allí.
AMY GOODMAN: ¿Hacia donde llevan el agua?
TRABAJADOR HAITIANO: A la Embajada de Estados Unidos.
AMY GOODMAN: A la Embajada de Estados Unidos.
TRABAJADOR HAITIANO: Sí señora.
AMY GOODMAN: Mucha gente ha estado preguntando donde está el agua para el pueblo? Hay miles y miles de botellas.
TRABAJADOR HAITIANO: No lo sé.
Así es, el trabajador me dijo que está llevando el agua a la Embajada de Estados Unidos. Una de las principales fuentes de ingreso nacional en Haití es el flujo de remesas de la diáspora haitiana, cuyo efectivo, enviado mediante transferencias a familiares en Haití, equivale a un tercio del producto nacional bruto del país. Durante años, luego de haber sufrido cuatro grandes huracanes e inundaciones, la comunidad haitiana simplemente ha pedido ser tratada igual que los nicaragüenses, los hondureños y los salvadoreños en circunstancias similares, recibir el
Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés). El TPS permite a la gente permanecer en Estados Unidos y trabajar legalmente en épocas de conflicto armado o desastre natural, y es parte muy importante de cualquier política humanitaria.
Finalmente, luego de la fuerte presión popular que hubo tras el terremoto, el gobierno de Estados Unidos extendió el beneficio del Estatus de Protección Temporal, o TPS, a los haitianos.
Pero el TPS no es suficiente. Se debe permitir el ingreso de los haitianos a Estados Unidos legalmente, compasivamente y de inmediato. Visité hospitales y clínicas en Puerto Príncipe, donde miles de personas esperaban asistencia y se realizaban amputaciones utilizando ibuprofeno o Motrin como anestesia, en el mejor de los casos. La anestesia escasea. Ira Kurzban, un abogado de Miami que representó a Haití durante años, dice que Estados Unidos debe permitir el ingreso inmediato de quienes necesitan asistencia médica, que muy pocos heridos han sido llevados a Estados Unidos. Además, me dijo, Estados Unidos debería traer a mucha más gente de Haití, entre ellos a quienes tienen solicitudes aprobadas por sus familiares. Se trata de alrededor de 70.000 personas. Las solicitudes de estas personas han sido aprobadas, pero están en una lista de espera de varios años para mudarse a Estados Unidos. Kurzban comparó la voluntad y capacidad históricas de Estados Unidos de aceptar refugiados cubanos con lo que denomina una política de “contención” con Haití, que bloquea las costas a través de la Guardia Costera e impide que la gente salga de ese país hacia Estados Unidos. Lo primero que vi cuando viajé a Puerto Príncipe días después del terremoto fueron los patrulleros de la Guardia Costera. No estaban llevando ayuda, ni trasladando personas. Estaban impidiendo que los haitianos salieran de su país.
National Nurses United (NNU, por sus siglas en inglés), el mayor sindicato de enfermeras y enfermeros de Estados Unidos, tiene 12.000 miembros registrados dispuestos a viajar a Haití para ayudar, pero dicen que no pueden obtener ayuda del gobierno de Obama.
Entonces llamaron al cineasta Michael Moore, quien me describió la situación de la siguiente manera: “Bueno, esto es bastante patético si tienen que llamarme a mí. Quiero decir, ¿son el sindicato de enfermeras más grande del país. Ustedes son, tengo entendido, uno de los vicepresidentes de la Federación Estadounidense del Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés), de la directiva de AFL-CIO, y no pueden ingresar un pedido en la Casa Blanca para lograr que 12.000 enfermeros vayan hasta ahí?”. NNU está procurando conseguir sponsors individuales a través de su sitio web.
Grupos de base y eclesiásticos de la Ciudad de Nueva York exigieron la libertad de Jean Montrevil, y fue liberado. Ese es el tipo de solidaridad que millones de haitianos que están sufriendo la mayor catástrofe de su historia necesitan ahora, tanto en Haití como en Estados Unidos.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2009 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps y
Democracy Now! en español,
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