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martes, 24 de enero de 2012

Sin SOPA pero sin amo

Desde Cuba
Iroel Sánchez
CubAhora

Enrique, mi joven compañero de trabajo, está impactado por el cierrre del sitio Megaupload y la polémica despertada alredor de los proyectos de ley norteamericanos SOPA (Stop Online Piracy Act, en la Cámara de representantes) y PIPA (Protect IP Act, en el Senado), incluso ha participado desde redes sociales en la denuncia contra esas acciones. Sin embargo, el hecho de que Enrique viva en Cuba pone las cosas en otra perspectiva.

Me cuenta mi compañero que fue a inscribir su nombre en una lista de firmas convocada contra SOPA por Google -que como muchas otras grandes empresas de Internet se han opuesto a esos proyectos de legislación norteamericanos- y se encontró con que no podía registrar su apoyo por acceder desde un forbidden country (país prohibido). Y es que desde Enrique -uno entre cientos de miles de profesionales cubanos- hasta ilustres visitantes al país como testimonió recientemente el escritor Eduardo Galeano- sufren las restricciones que el gobierno estadounidense impone para limitar el acceso de los cubanos al conocimento.

El mismo gobierno que por razones electorales se opone ahora a proyectos como PIPA y SOPA, pero tratando de equilibrar su postura cierra el sitio de descargas Megaupload, impone a quienes residen en Cuba brutales restricciones contra el desarrollo educativo, cultural y científico de la Isla. La propia empresa Google no sólo impide el acceso desde Cuba a servicios como GoogleCode o GoogleEarth , sino que certificó el cierre a cal y canto del canal de Cubadebate en YouTube basándose en las normativas que están inscritas en SOPA, con el detalle que lo hizo para proteger al autor de actos terroristas Luis Posada Carriles.

El hecho de que la industria cultural norteamericana, que se beneficia de la distribución global y el saqueo de talento impuestos en el mundo por la dominación económica y militar de Estados Unidos, haya entrado en contradicción con la democratización del acceso a sus producciones que ocurre en la Red no es más que una manifestación de la obsolescencia del capitalismo tradicional para convivir con los flujos del conocimiento y la información en tiempos de Internet. Soluciones aparecerán y los poderosos se pondrán de acuerdo pero nunca los beneficiados serán aquellos que cada vez deben pagar más para obtener el acceso a una universidad o garantizar un tratamiento médico con alta tecnología.

Cuba, con una formación masiva de profesionales universitarios -cuenta ya con un millón sobre una población de once millones de habitantes- no hubiera podido desarrollar ese capital humano sin una concepción democratizadora y no lucrativa del conocimiento, mucho menos en las condiciones de cerco económico que le ha impuesto Estados Unidos. Para más, el robo de cerebros desde Europa y Estados Unidos a los países del Sur tiene expresiones muy particulares y agresivas en el caso de la Isla, como el programa del gobierno norteamericano para estimular la deserción de médicos cubanos que prestan colaboración en naciones del Tercer Mundo.

Una concepción realmente liberadora del conocimiento pasa por colocar al ser humano y no el consumo en el centro de los procesos. Para ello, es necesario, además de denunciar las restricciones que se nos quieren imponer, levantar alternativas que en alianza con quienes están en nuestra misma situación potencien soluciones tecnológicas y de contenidos en función de las mayorías. Desde concertaciones políticas como el ALBA, la CELAC y otras, los discriminados de siempre debiéramos tomar nota de lo que está ocurriendo y urgentemente lanzarnos a concertar posiciones y gestar soluciones antes de que sea demasiado tarde. (publicado en CubAhora)

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