José Manuel Rambla
L'informatiu
Las imágenes cinematográficas consiguen fijarse en nuestro inconsciente con una firmeza inamovible. Cualquier intento de alterar esa adherencia es inútil, pues el fotograma y su banda sonora, desde el momento en que consiguen impactarnos, se nos quedan grabados a fuego en nuestro imaginario. Por eso, el simple hecho de pensar en un helicóptero nos transporta a las negras siluetas recortadas sobre el amanecer del Mekong del Noveno Batallón Aerotransportado, con la música de Wagner compitiendo con el rotar de las hélices y un enloquecido coronel Kilgore ávido de cabalgar sobre las olas y aspirar el penetrante aroma del napalm. Y, sin duda, esa sobrecogedora escena de Francis Ford Coppola es la imagen que Artur Mas tenía en la mente cuando el pasado 15J decidió recurrir a un helicóptero para superar el asedio indignado al Parlament de Catalunya.
Desde ese día, la complicidad, el idilio o la condescendencia que una parte del aparato mediático había mantenido con el movimiento 15M ha sido sustituida por la llamada de rebato. Y así va a continuar como estamos viendo. Por eso fue crucial que la voz de alarma no surgiera de la caverna, de la derechona postfranquista, de la fiel Infantería uniformada hoy en Forever Young. No. Era imprescindible que la llamada a las armas partiera de la derecha con pedigrí más democrático, la que más seny tiene de toda la Península Ibérica: los nacionalistas catalanes de CiU. “Si es preciso se pedirá ayuda a la Guardia Civil”, advierte Felip Puig. “Se ha cruzado la línea roja”, sentencia Mas.
Porque, en realidad, de eso se trataba, de anunciar al mundo que la guerra había empezado. Aunque eso sí, que nadie se equivoque, la línea atravesada no es la de la violencia, sino la de la conciencia. El 15J, el indignado perdió su idealismo e inocencia al girar su dedo acusador y responsabilizar de los problemas sociales no a unos abstractos políticos, sino a unas políticas concretas, con intereses y beneficiarios precisos. Ese día el indignado fue más ciudadano que nunca al denunciar los recortes en educación, sanidad y bienestar social que iba a aprobar el Parlament, del mismo modo que lo fue ayer al rechazar las consecuencias sociales del Pacto del Euro que el próximo jueves votará Bruselas. Su movilización para tratar de impedirlo nos recuerda a todos que la democracia no puede limitarse a reconocernos nuestra libertad formal de poder decir todas las cosas, sino a ejercitar nuestra capacidad real de cambiarlas. El 15J, el simpático perroflauta comenzó a leer a Carlos Marx, traspasando así una peligrosa línea roja que no le perdonan.
No es extraño, en fin, que Telemadrid recurra a imágenes de los disturbios en Atenas para ilustrar la pretendida esencia violenta del nuevo 15J. La decisión de emitir esas imágenes no puede reducirse a una simple voluntad de intoxicación informativa. Ese zafio ejercicio de manipulación pone al descubierto su miedo a otro helicóptero, el que un 28 de abril de 1975 evacuaba de forma vergonzosa desde una azotea al embajador americano en Saigón, Graham Martin. Si el presidente de la Generalitat nos anunció que estamos en guerra, la televisión de Esperanza Aguirre al vincularnos con Grecia destaca dos cosas: que es la misma guerra y que los charlies están por todas partes. Ahora les toca a los tertulianos rociarnos con napalm.
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