Martxelo Otamendi
Berria
El caso de de Juana Chaos es muy útil para ejemplificar lo que quiero decir. Cuando estaba a punto de salir a la calle tras cumplir la condena impuesta, se creó un barullo tremendo para que no saliera. Que si había matado a numerosas personas, que si no podía salir a la calle tras cumplir solamente un par de décadas. El entonces ministro español de Justicia enmarañó bastante el caso con unas declaraciones que deberían figurar entre los primeros puestos de desmanes jurídicos: dijo que si no había razones para mantener en la cárcel a de Juana Chaos, se las tendrían que inventar. Tan pronto como el fiscal tuvo noticia de las intenciones del ministro dijo que solicitaría una pena de 94 años de prisión para de Juan Chaos por dos artículos de opinión publicados en Gara.
Fue muy significativa la postura que adoptaron durante aquellos días y los siguientes muchos tertulianos de radio de, por ejemplo, EITB. Tan pronto como les pedían valoraciones, sus primeras palabras eran para distanciarse del comportamiento de de Juan Chaos. «Quiero dejar claro que es un asesino», «me parece un personaje repugnante», «ha sido un asesino despiadado» y muchas afirmaciones semejantes. Después, una vez marcada distancia, la mayoría criticaba las triquiñuelas de la justicia y la policía españolas. Pero primero, para que nadie tuviera la menor duda, se distanciaban del personaje muy duramente y luego denunciaban los excesos en su contra. Postura legítima.
Vayamos al homenaje que harán hoy a algunas víctimas.(1) Es sabido que entre esas víctimas hay torturadores, crueles represores y pilares de la dictadura franquista de lo más sólidos. Esto es, profesionales de la conculcación de derechos humanos, por voluntad y oficio. Al menos algunos. Pero los organizadores y promotores no tomarán el distanciamiento de los tertulianos mencionados; no reconocerán en el comunicado que se leerá que algunos de homenajeados eran violadores de derechos humanos. A pesar de que estén vivos los torturados por esos malhechores. No importa el dolor de esas víctimas. Podrían tomar, como los tertulianos, distancia democrática respecto de esos homenajeados. Aún más lógico, y decente, sería admitir que entre los homenajeados había quienes en su época violaron gravemente derechos humanos, pero que, no obstante, nadie tenía derecho a quitarles la vida y, hicieran lo que hicieran, les homenajean. Por lo menos eso.
¿Cómo puede homenajearse a Carrero Blanco y Melitón Manzanas,(2) ocultando su pasado y sus acciones? ¿Cómo puede cometerse tamaño fraude histórico y democrático? Si los militantes de un grupo armado hubieran matado a tiros a Franco un año antes de que se muriera en la cama de un hospital, ¿estaría en la lista de las personas que hoy serán homenajeadas? Y ¿le homenajearían sin mencionar su pasado? Sí. Lo harían.
Cosas así no se ven en países que tienen situaciones semejantes. ¿Se homenajearía hoy al dictador Pinochet si un grupo armado lo hubiera matado y ello hubiera acabado con la dictadura? Si en Alemania la negación en público del genocidio contra los judíos está castigada con la cárcel, es pensable que actualmente no homenajearían a Hitler si una organización armada lo hubiese matado. Ni si mataran a Noriega en Panamá -aún está vivo-. Se podría elaborar una larga lista con ejemplos similares.
Solo aquí pasan cosas así, porque los derechos humanos se emplean como instrumento político. Y que las instituciones y partidos vascoespañoles hagan eso es lógico, pues es mucho lo que tienen en juego durante los próximos años. ¿Qué hacen, empero, algunos partidos abertzale en esa estrategia? Una vez, como el pez pequeño en la red, se quedaron atrapados y ya no saben salir. El que tenga dudas, que le pregunte a Felipe González. Y es que sabe mucho sobre el respeto a los derechos humanos.
Notas
(1) El Parlamento de la Comunidad Autónoma Vasca aprobó el pasado 21 de mayo la declaración del 10 de noviembre como «día de recuerdo y homenaje a las víctimas del terrorismo» y en el día de hoy realizará una sesión extraordinaria para leer un manifiesto en recuerdo y solidaridad única y exclusivamente con los muertos causados por las diversas organizaciones insurgentes vascas. Por la tarde está programado un homenaje en Andoain (Guipúzcoa) a siete personas muertas en atentados de ETA. La omisión de toda referencia en el mencionado manifiesto al largo centenar de personas muertas por las fuerzas de orden público y los grupos parapoliciales durante las últimas décadas ha provocado la ausencia a dichos actos de Aralar, Eusko Alkartasuna y Alternatiba, así como críticas de Ezker Batua y Hamaikabat por la falta de búsqueda de consenso de los partidos firmantes (PNV, PSE-EE y PP) en el proceso de redacción del texto. Asimismo, Aralar ha convocado a una concentración a favor del reconocimiento de todas las víctimas de la violencia política en la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria (Álava). En el ámbito de las asociaciones por la recuperación de la memoria histórica, Lau Haizetara Gogoan ha tildado de «parcial y sectario» el carácter que se ha dado a los actos institucionales y ha denunciado la exclusión de las víctimas del franquismo y de los grupos parapoliciales y la asociación de víctimas del genocidio ha convocado una manifestación de protesta en el Boulevard de San Sebastián (Guipúzcoa).
(2) Colaborador de la GESTAPO durante la Segunda Guerra Mundial y jefe de la Brigada de Investigación Social de Guipúzcoa, muerto a tiros por ETA el 7 de junio de 1968, en el primer atentado mortal premeditado de la organización. En 2001 el Gobierno español le concedió una condecoración póstuma, en aplicación de la Ley 32/1999, de 8 de octubre, de solidaridad con las víctimas del «terrorismo».
Martxelo Otamendi es el director del diario Berria.
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