Nacho Carretero
Rebelión
Puede sonar duro, excesivo o alarmista. Pero es real: España es un país subdesarrollado socialmente en el contexto de Europa. Somos un país atrasado en cuanto a capacidad económica de los ciudadanos, sanidad, condiciones laborales, esperanza de vida, educación, violencia doméstica, ayudas a las familias y hasta en necesidades básicas como la alimentación. Estamos por debajo de la media europea en todos estos aspectos y en más. No es una percepción, es una realidad.
La evaluación del desarrollo económico que se ha realizado en España en las últimas décadas (al menos desde el púlpito político) no se ha hecho midiendo su impacto en el bienestar social y en la calidad de vida de la ciudadanía, sino que se ha medido mediante el déficit presupuestario (que llegó a ser el más bajo de la UE en la época de Aznar). Sin embargo, este ‘modelo español’ del que tan orgulloso se mostraba el entonces presidente y que tan cacareado fue por muchos y añorado no por menos hoy, nunca se refirió públicamente a cómo vivía la ciudadanía realmente. Tal vez porque los datos muestran que en todos los capítulos del Estado del bienestar, el déficit social de España con la UE aumentaba (y sigue aumentando) en lugar de disminuir. De hecho, y según un estudio de la Fundación BBVA, el último período de crecimiento económico sostenido que ha vivido España (1995-2007) no ha reducido ni la pobreza ni la desigualdad. España (muy propio de su cultura de ‘de repente, somos los mejores’) alardeó de ‘modelo español’ y contó con el patrocinio y propaganda de casi todos los medios de comunicación. Zapatero no se quedó atrás cuando llego su turno y llegó a presumir de adelantar a Italia y colocarnos como la novena potencia económica del mundo. Pero nuestros gobernantes no se pararon a analizar que el Estado se estaba dejando a sus ciudadanos atrás, que los ciudadanos seguían y siguen siendo igual o más pobres y que nuestra sociedad, comparada con las sociedades europeas que nos rodean (incluidas las de Europa del Este), es una sociedad menos desarrollada.
Umbral de pobreza
A día de hoy, en la UE, sólo Letonia tiene un porcentaje mayor que España de población que vive por debajo del umbral de la pobreza relativa. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 20,8% de la población residente en España vive por debajo del umbral de la pobreza. Esto es, un 2,7% más que el año pasado, a pesar de tener que oír que “estamos empezando a salir de la crisis”. La media europea es del 17%. En estos momentos, y según datos del mismo informe, cuatro de cada diez hogares (que se dice pronto) no pueden afrontar un gasto imprevisto. Es decir, tienen lo justo para llegar a final de mes. Y gracias. El porcentaje de los hogares que admiten “cierta dificultad” para llegar a final de mes se dispara hasta el 70%.
El INE también señala que el ingreso medio anual de cada español es de 9.672 euros (un 2,4% menos que el año pasado). Es decir, si repartimos el dinero que generamos toca a esa cantidad por cabeza (incluyendo a la población no trabajadora). Si lo repartimos entre los trabajadores, en cada hogar español entra 25.732 euros al mes, un 3% menos que en 2009. Si ahondamos en estos datos, nos damos cuenta de que cuatro de cada diez familias no pueden irse de vacaciones. Éstas se han convertido en un lujo para casi la mitad de la población. Un 6% de los españoles afirma que no puede salir a tomar algo ni una vez al mes.
Sanidad
Un ejemplo de la divergencia ‘lo que nos creemos-lo que es en realidad’, la encontramos en la Sanidad española. Siempre hemos escuchado que es una de las mejores y los políticos (y sus medios de comunicación) alardean de ella. Es cierto que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tenemos una de las mejores plantillas de profesionales sanitarios del mundo y, sin embargo, el 76% de los españoles está descontento con la atención primaria, por el 47% de la media europea. Ello se debe, entre otras cosas, a la cantidad de ciudadanos que cada médico tienen asignado, a que nos toca una cama por cada seis pacientes y a que nuestros hospitales son obsoletos por falta de inversión. Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, el porcentaje en gasto público en Sanidad ronda el 1,4%, el más bajo de Europa. Podría explicarse así que España tenga una de las incidencias más elevadas de tuberculosis, legionella, sífilis, intoxicaciones alimentarias, accidentes laborales y víctimas de tráfico, problemas todos ellos, no superlativamente difíciles de solucionar. Mientras la competencia del personal del sistema sanitario español y su calidad tecnológica son elevadas, la satisfacción del usuario con el confort, la disponibilidad, la accesibilidad al servicio y los recursos son bajos.
Educación
La educación es otro de los puntos ‘calientes’ del subdesarrollo español. España tiene uno de los niveles educativos más bajos de la UE: el 60% de la población tiene un nivel educativo equivalente o menor a la educación primaria. Y es que tenemos un gasto público en educación muy inferior al de nuestros vecinos europeos: España invierte el 4,4% del PIB en el ámbito educativo por el 5,6% de Polonia o el 5,9% de Lituania. Las horas lectivas por año y alumno en España en la escuela secundaria son 559, cuando el promedio de la UE son 678 horas. El estudiante español de secundaria, cuando termina su formación, ha tenido un año menos de educación que el estudiante medio de la UE y hasta dos menos que un estudiante de Alemania o Bélgica. Según el autor Pedro Fernández, el conocimiento de matemáticas, lenguas y compresión de los jóvenes en España es equivalente a los de un estudiante europeo de un año menos. Según datos de los Estudios Sociales de la Fundación La Caixa, el nivel de formación escolar de un alumno español está 17 puntos por debajo de la media europea. Datos de la propia Fundación Social de La Caixa exponen que tres de cada diez alumnos en España abandona los estudios en edad escolar, un promedio que es el doble del europeo.
Pero el bajo nivel educativo no sólo se explica con números. El sistema educativo pide a gritos una reforma. Mariano Fernández, catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca, señala que el elevado fracaso escolar de España viene dado por el absentismo, que comienza por lo que él denomina ‘absentismo interior’: “Los chicos se aburren en clase, sienten que pierden el tiempo. El abandono o fracaso escolar no tiene que ver con el mal comportamiento (sólo un 18% de los alumnos que fracasan presentan mal comportamiento) sino con el aburrimiento. La escuela no les llena ni les realiza y buscan su liberación, su salto a la edad adulta, poniéndose a trabajar desde muy jóvenes”.
A pesar de todo ello, la juventud española parece querer abrirse paso, y el porcentaje de universitarios (14%) es mayor que la media Europa (10%). Y con eso y con todo, la inversión del Estado en educación universitaria es menor que la media de la UE. Y no sólo eso. España es el país de la Unión Europea con mayor pérdida de jóvenes investigadores, dada “la escasa inversión en desarrollo científico”, según la Federación de Jóvenes Investigadores-Precarios (FJI). La FJI se hace eco de una nota de las conclusiones del último informe del External Advisory Group (EAG) -un comité de expertos de la Unión Europea creado para la evaluación de políticas de I+D- que indica que España sólo recupera 1 de cada 1.188 investigadores fugados en busca de “un mejor desarrollo de su carrera investigadora”. Otro ejemplo de que, de puertas adentro, nuestra realidad económica es muy diferente a lo que vendimos y venderemos tras la crisis.
Familia
Las familias son otro ejemplo. Considerada como el elemento más importante de la sociedad por casi el 80% de los españoles, el apoyo a la familia desde el Estado es particularmente escaso en España, donde la mujer tiene uno de los accesos al mercado laboral más bajo de Europa, donde la media de emancipación de los jóvenes ya ha superado los 30 años por falta de recursos (en Suecia esta edad media está en los 18 años) y donde, tras Italia, tenemos la tasa de fecundidad más baja de Europa. Según datos del economista y politólogo Viçenc Navarro, tenemos la menor tasa de Europa en cuanto a adultos que trabajan, y esto se debe a la escasa integración de mujeres en el mercado laboral (46% frente al 56% de media de la UE). Si en España se diera el porcentaje de integración de la mujer al mercado laboral de, por ejemplo, Suecia (76%), el país tendría 6 millones más de trabajadoras (pagando impuestos y cotizando). En su lugar, el escaso apoyo a las familias obstaculiza la incorporación de la mujer al mercado laboral. Una vez más, este subdesarrollo social referido a la mujer y las familias no se limita a una lectura política; también es cultural. La herencia discriminatoria y machista de la Iglesia, que vivió en primerísimo primer plano durante el franquismo, es clave para entender la desigualdad hombre-mujer de países como España, Portugal y Grecia, que padecieron dictaduras nacional-católicas. Como el documento de El Vaticano ‘The Family in the XX Century’ indica, “no hay que confundir igualdad con negación de las diferencias entre sexos deseadas por el mismo Dios, negando el rol tan especial de la mujer en el centro de la familia y la sociedad”. La herencia discriminatoria se aprecia en estudios televisivos que indican que el 72% del tiempo que una mujer aparece en televisión en España lo hace con una visión estereotipada de lo femenino.
Segunda y última parte del artículo “España, país subdesarrollado socialmente en Europa” en la que se repasan más sectores y áreas de nuestra economía social. Mediante datos y estadísticas, y no mediante percepciones utilizadas por políticos y dirigentes, esta segunda parte pretende demostrar que España se sitúa a la cola de la UE en la mayoría de aspectos sociales.
Esperanza de vida
La esperanza de vida de los españoles es superior a la media europea. Es un buen dato, y más si tenemos en cuenta que en esta serie de artículos estamos repasando los malos datos que padecemos (y que a todos nos gustaría corregir y mejorar). En España, la esperanza de vida se sitúa, según el estudio ‘ Indicadores de salud 2009’ del Ministerio de Sanidad, en los 81,1 años, mientras que la esperanza de vida media de la UE roza los 79 años. Sin embargo, esta información nuevamente refleja una cosa y esconde otra. Hasta en esto España peca de ‘lucir’ un dato y no ahondar en lo que el mismo esconde. De igual manera que nuestros gobernantes ‘fardaron’ de bajo déficit presupuestario en la época de supuesta bonanza, pero olvidaron comentar que la pobreza y la desigualdad entre los ciudadanos persistía, el dato que mide lo que vivimos con salud se hunde en España. El promedio de vida con buena salud de los españoles es de 55,3 años, una edad muy inferior a los 62,6 años de la media europea, lo que refleja, una vez más, un subdesarrollo social en el país.
Hay que plantearse otra cosa: ¿Qué es la esperanza de vida? La respuesta a esta pregunta permite ver que el dato no refleja que vivimos más, sino que tenemos menos mortalidad. Se entiende bien a través de un ejemplo expuesto por diversos autores: supongamos que un país tiene sólo dos ciudadanos. Uno, María, de 80 años, y otro, José, que muere al cabo de dos días. La esperanza de vida en ese país con una mujer de 80 años y un bebé fallecido a los dos días sería de 40 años, ya que el promedio de vida se calcula sumando las edades y dividiendo entre la población, en este caso, 80 + 0 dividido entre 2. Supongamos ahora que José muere a los 20 años. El promedio de vida se dispararía hasta los 50 años (80 + 20 dividido entre 2). La esperanza de vida en ese país ha crecido 10 años y, sin embargo, María sigue viviendo los mismos 80 años que antes. Tal y como explica el politólogo y economista Viçenc Navarro, el espectacular crecimiento de la esperanza de vida en España y en Europa se debe al marcado descenso de la mortalidad entre niños y jóvenes, con lo cual hay mucha más gente que llega a ser anciana aunque, una vez ancianos, los años de vida de estos han aumentado muy poco. Sería bueno recordar esto ahora que oímos tanto la necesidad de retrasar la edad de jubilación “porque vivimos mucho más”.
Vejez
Siguiendo en la línea de jubilaciones nos encontramos, en el trato a nuestros mayores, otro capítulo que sirve para ejemplificar el subdesarrollo social que padece España. El gasto en prestaciones para la vejez en España es el 8,3% del PIB, el más bajo de la UE después de Luxemburgo e Irlanda, según datos el doctor en Economía de la Universidad de Málaga, Juan Torres López. El promedio de la UE es del 11%. Se ha intentado utilizar el pretexto de que España tiene menos población anciana que otros países europeos, cuando los datos señalan que el 17,3% de la población residente en España tiene más de 65 años, un porcentaje incluso superior a la media europea, que es el 17,2%. Los servicios domiciliarios también padecen un gran retraso. Sólo un 3% de la población mayor de 65 años recibe algún tipo de atención domiciliaria, uno de los porcentajes más bajos de la UE. España no sólo gasta poco en garantizar el bienestar de su población mayor, sino que, en comparación con la UE, cada vez gasta menos.
Infancia
Los bebés tampoco se libran. Sólo un 8% de los niños españoles de 0 a 3 años asisten a escuelas públicas de infancia, comparado con el 40% de los que lo hacen en Suecia (donde estas escuelas abren de 8 de la mañana a 8 de la tarde, para facilitar la conciliación) o el 44% de Dinamarca. También países como Francia, sin tradición socialdemócrata como los nórdicos, tiene un porcentaje de niños en escuelas de infancia muy superior al español, el 23%. Portugal, un país al que consideramos menos desarrollado, también gana, con el 11% de sus niños en escuelas de infancia. En realidad, el porcentaje de niños entre 0 y 3 años que asisten a escuelas públicas de infancia en España es el más bajo de Europa, lo que repercute no sólo en el desarrollo educativo del niño, sino en la integración de la madre en el mercado laboral y en consecuencia, en toda la economía familiar y, finalmente, social. Por no hablar de la natalidad.
Los niños víctimas de violencia en casa también parecen haber sido olvidados por el Estado. De los 800.000 niños en España que se estima padecen o presencian violencia en casa, sólo el 4% recibe atención especializada, según datos de Save the Children.
Mercado de trabajo
El mercado de trabajo en España es otro ejemplo clarificador del método ‘lo que nos dicen que es – lo que en realidad es’ en cuanto a desarrollo social en el país. Una de las percepciones más generalizadas en la política y los medios es que España fue muy exitosa a la hora de crear empleo en la época en la que gobernó el Partido Popular. Según datos de la OCDE, durante el año 2001 la producción de empleo en España fue la más alta de la UE, con un 3,7% de promedio frente al 1,3% de Europa. Sin embargo, y como suele pasar con nuestros dirigentes políticos, no se hablaba de que, en esa misma época, el porcentaje de población adulta que trabajaba era muy bajo, el 59,5% frente al 64,3% de la UE (un porcentaje que, de hecho, sigue siendo hoy en día muy bajo con un 60,7%). Es por ello que el crecimiento de la población empleada en España fue mucho mayor que el de países con una tasa de población empleada más consolidada. Había (y hay) mucho más margen de crecimiento. Es innegable que el crecimiento del empleo en aquella época fue meritorio y válido, pero la realidad completa del desarrollo social en España se entiende explicando todo y no limitándonos a la propaganda política de uno u otro lado ni a los mensajes políticos y económicos tan manidos por los medios de comunicación. De hecho, tampoco los gobernantes se refirieron en aquella época a la calidad del empleo que creaban, se limitaban a hablar de la cantidad. Tal vez fuese porque España tenía (y tiene) uno de los mercados laborales más deteriorados de Europa, con la tasa de precariedad más elevada de la UE, según datos de la OCDE. El 34% de las mujeres y el 30% de los hombres tenían en 2001 (año hasta el que hay datos de esta entidad) contratos precarios, comparado con el 12,2% y el 10,5% de hombres y mujeres de países desarrollados de la OCDE. El porcentaje de contratos precarios en España entre la gente joven es para echarse a llorar: 67%. La realidad hoy en día es el doble de ingrata; seguimos teniendo uno de los mercados laborales más precarios de Europa y, por si fuera poco, ahora destruimos empleo. Es decir, el empleo que hay en España es poco y malo. Sin lugar a dudas, si tenemos que elegir un aspecto que defina el subdesarrollo social español, ese podría ser hoy en día y sin problemas el del empleo.
Conciliación
Para terminar con el mercado de trabajo es necesario hablar de racionalización de horarios. Hace días se celebraba en Madrid el Congreso Nacional de la materia, del que se pueden rescatar significativos datos. Uno de ellos es que, a diferencia de los europeos, la mayoría de españoles trabajan en turno partido. En concreto, y según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 42,1% trabaja con este turno, lo que supone la tasa más alta de Europa junto a la de Letonia. Además del obvio problema que este turno presenta de cara a tener hijos, el turno partido provoca la llamada cultura del ‘presentismo’, muy típica de España. Es decir, alargamos la jornada de trabajo con demasiada frecuencia. Según datos de Eurostat, los españoles dedican 38,2 horas a la semana a su ocupación laboral, lo que supone 232 más al año que la media europea. ¿Significa esto que los españoles son más trabajadores? No, ya que España tiene una de las productividades más bajas de Europa. Para muchos expertos el problema está en la racionalización de horarios, todavía en pañales en España, y en la excesiva cultura del ‘presentismo’, por la que muchos jefes todavía valoran más las horas que el empleado está en la oficina que su productividad real. El presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, Ignacio Buqueras y Bach, califica la situación en España de “tercermundista”. La población española es la que más horas dedica a su trabajo y una de las que menos producen.
Por si fuera poco, en España tampoco hay flexibilidad horaria en el trabajo. Junto con Grecia, estamos a la cola de la UE en este ámbito, según datos de la Comisión Europea. Sólo el 15% de los trabajadores españoles tienen flexibilidad en sus horarios, por el 55% de Alemania o Noruega. El mismo informe indica que España, Portugal y Lituania son los países con menos trabajadores que puedan desarrollar su labor desde casa.
Economía sumergida
España es uno de los países europeos con mayor economía sumergida. Según la ex presidenta del INE, Carmen Alcaide, ésta equivale a entre el 20% y el 25% del PIB español, cuando la media de la UE se sitúa en el 10%. En opinión de Alcaide, “el nivel de economía sumergida en España demuestra un fracaso político, social, económico y ético”. Si lo traducimos a números absolutos, casi uno de cada cuatro euros que circulan en España es en negro, es decir, no es declarado. No son pocos los economistas que advierten que es necesario ponerle freno a esta actividad sumergida (que ha aumentado con la crisis) como paso ineludible para modernizar la economía de España.
Hace años la construcción acaparaba casi todo el mercado negro. Con su hundimiento, los servicios han tomado el relevo, sobre todo hostelería y turismo. También ha crecido la economía sumergida en el transporte irregular de mercancías y personas y en las obras caseras y actividades de rehabilitación. En cuanto al fraude, España también lidera las clasificaciones europeas. Según datos de Gestha, España es el segundo país de la UE con mayor fraude fiscal.
Necesidades básicas
Para acabar, un dato más básico, más alejado de los aspectos analizados hasta ahora y, tal vez, más clarificador del desarrollo social que tiene (o más bien padece) España en comparación con Europa. Hace dos semanas la UE anunció su plan de reparto de alimentos entre los países miembros para que estos llegaran a la población más desfavorecida. Bruselas decidió destinar a España 74,7 millones de euros para alimentos gratuitos. La cantidad más elevada de la UE.
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