El ex presidente del Gobierno Felipe González apuesta por la ampliación de la edad de jubilación y pide libertad para que la gente decida cuándo quieren dejar de trabajar. Lo que no dicen es que esa es una libertad exclusiva para magnates y millonarios que se limitan durante su vida laboral a visualizar papeles para legalizar los robos (negocios).
Felipe incluso se pone de ejemplo: "Se lo dice un jubilado que ya está fuera de hasta la edad prolongada de jubilación de los 67 años, y que no está dispuesto a que nadie le diga a qué edad tiene que dejar de trabajar. Es mi libertad, es mi derecho decidir cuándo voy a dejar de trabajar” Para González, es una "bendición que vivamos más y mejor". Es obvio que debe estar refiriéndose a sus amigos oligarcas.
Con una pensión de las buenas, dando conferencias pro capitalistas (muy bien pagadas), negocios de joyas y otros, más “desconocidos”, en América Latina que le permiten construirse una mansión de lujo en Tánger en zona reservada a la realeza marroquí, uno puede decidir lo que quiera y cuando le venga en gana. Los que no pueden hacer lo mismo son millones de pobres y desempleados o los albañiles que aún trabajan, rompiéndose el lomo todos los días, para lograr, si los dejan, una pensión de cuatro duros.
Sus razones tendrá Felipe González -bajo cuya presidencia surgió la guerra sucia y el terrorismo de Estado pero él no sabía nada- para decir: “Tengo 68 años y todavía no he decidido ser millonario, pero si lo decido a lo mejor lo soy”. ¡Pero si ya lo es! Ese fue su premio por servicios prestados al imperialismo. Así cualquiera, Felipe, así cualquiera.
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