La tortura y el maltrato policial en España constituyen un círculo vicioso. Porque digan lo que digan los políticos y medios de comunicación, no hay ninguna duda de que en España torturas policiales hailas. Por desgracia no son anecdóticas sino más frecuentes de lo que pensamos y nos gustaría. Se dan además en todos los cuerpos: estatales, autonómicos y locales. Lo dicen todos los años reputadas organizaciones de Derechos Humanos como Amnistía Internacional y otras, y últimamente hasta la mismísima ONU. Sin contar con los numerosos testimonios de personas que las sufren en sus carnes, algunos de ellos registrados en el informe anual de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura.
¿Por qué tal cosa no acaba con cientos, miles de policías entre rejas por autoría de las torturas o encubrimiento de sus compañeros? Pues posiblemente por varias razones que pasamos a enumerar.
1.- Sucede que la mayoría de personas torturadas o maltratadas no denuncian, ya que lo normal es que si uno o varios policías se van a ver en la tesitura de golpear a una persona detenida, en buena lógica lo harán en un momento en el que no haya testigos, ni cámaras, y procurando dejar las menos marcas físicas posibles que sirvan como prueba. Por otra parte, información hay de casos en los que, contando con elementos que podrían hacer jurídicamente viable una denuncia, ésta no se habría llegado a realizar por haber recibido amenazas o intimidaciones por parte de los policías torturadores la persona afectada, por estar en situación legal precaria (inmigrantes sin papeles, menores, presos...) o por simple miedo o desconfianza (muy justificada) en la justicia.
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